“Viví lo que tantas veces desee, compartimos, no discutimos, nadie quiso elevarse por sobre el resto, el respeto fue una norma implícita que se estableció sin siquiera ser proclamada. Es más no hubo reglas, utilizando el medio de la diversión, creamos, nos vinculamos, sin prejuicios, el intercambio nos llevó a formar parte de una micro sociedad, esa que todos soñamos. Agradezco a la experiencia el devolverme la felicidad, el permitirnos compartir, el no perder la capacidad de sorprendernos, el poder dar rienda suelta a nosotros mismos, para unirnos y divertirnos, el saber que todavía hay otra realidad, y que nosotros la construiremos, el transformar lo sólido y lo líquido en una nueva sustancia, el crear este lugar, darnos este recreo. Gracias por haber re-creado el Satori”, Sebastián Muttis.
“Me acerqué a este proyecto con la idea de buscar una experiencia nueva, algo distinto. Quería salir del encasillamiento, de lo establecido, de la rutina. Deseaba vivenciar el diseño desde otra perspectiva. En idéntica situación encontré a mis compañeros, un grupo de personas de distintas edades, carreras, universidades. . Comenzamos a experimentar con los deshechos industriales, viendo más allá de lo tangible. Jugamos con la realidad buscándole un nuevo significado. De esta forma, luego de charlas profundas acerca del amor líquido y la sociedad de consumo de hoy en día, pudimos plasmar las ideas que fueran fluyendo. Me pareció destacable el compromiso que puso cada uno frente a este trabajo experimental. Los egos y las discusiones quedaron de lado, no así los conocimientos previos que sí pudieron ser utilizados. Al cabo de cinco días de intenso trabajo, y una vez frente de la instalación de la muestra, pude ver que lo más importante fue el proceso que vivimos juntos. El resultado quedó en un segundo plano. El pensar, el proceso, fueron los grandes protagonistas de este trabajo. Por lo que de esta manera, el objetivo quedó cumplido“, Magalí Suchowolski.
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